¿Cómo motivar a los maestros y como hacerlo?
¿Te ha pasado que ya no sabes que inventar para motivar y sacar de la rutina a algunos profesores apáticos de tu equipo docente? ¿Conoces a algún maestro cuya presencia en la escuela absorbe como un agujero negro la actitud positiva hasta del más entusiasta cual Dementor de Azkaban?
Muchas veces me he encontrado con directores intentando asumir la responsabilidad de motivar a sus profesores, contratando consultoras para que realicen actividades, brindando días libres y demás beneficios como si fueran una red de mercadeo, ofreciendo bonos y una serie de compensaciones por realizar eficientemente su trabajo o dando reconocimiento y aplausos abundantes ante la menor iniciativa de un colaborador. Sin embargo, fundamentar la motivación de la comunidad educativa en todo esto es como dar una tablet con internet a los niños para que se porten bien. Nuestros maestros provienen de sistemas educativos conductistas que han validado comportamientos con premios y castigos semejantes, y que a corto plazo da la impresión que todos bailan al son del encantador de serpientes, sin embargo, a mediano y largo plazo está demostrado que no dan resultados (Fowler, 2016).
El problema es que partimos del supuesto que los directores tienen la obligación de motivar a los maestros y, estos a sus estudiantes, cuando estar motivados es responsabilidad de cada uno. Es más, realmente todos los estudiantes y profesores están motivados, pero tal vez no para lo que el director o la escuela quisieran. A unos maestros los motiva más su vida familiar y su rol de padres, a otros viajar y a alguno lo apasiona el fútbol y no la docencia. Por tanto, no se trata de motivar al que no lo está, sino ayudar a descubrir que lo apasiona, brindar oportunidades para alinear su pasión con la misión de la escuela y generar un ambiente estimulante y provocador que impulse a servir a los demás amando gratuitamente, en vez de uno que sofoque la motivación trascendente.
Para generar una cultura escolar que motive a los maestros es fundamental que los directivos promuevan consistentemente, a través de las interacciones con las personas, estos 4 elementos:
- Una cultura con propósito. No hay nada que mate más la motivación que tener que realizar actividades y participar en reuniones sin comprender su propósito. No hay nada más tedioso que dedicar más de 40 horas a la semana a algo que no está alineado a nuestra misión en la vida. Es importante que todos tengan claro la razón de ser de cada cosa y propiciar tiempos de reflexión personal y comunitaria que nos ayude mantener la coherencia con el propósito.
- Una cultura colaborativa. La mayor parte del cansancio de los profesores no proviene del exceso de trabajo, sino de los conflictos con colegas, padres y algún directivo que afecta el clima institucional o la ausencia de relaciones profundas con compañeros de trabajo que sirvan como una red de apoyo ante los problemas y el estrés.
- Una cultura centrada en el aprendizaje del equipo docente de modo que los profesores se experimenten competentes para dar respuesta a los desafíos que presentan los aprendizajes de sus estudiantes. No hay nada más apasionante que capacitarse para desarrollar un proyecto innovador.
- Una cultura que estimule la autonomía de sus miembros para poder innovar, generando un clima de confianza entre los miembros de la organización. Para ello, se requiere un organigrama horizontal con equipos multidisciplinares abocados a proyectos pedagógicos, en vez de uno vertical por departamentos donde unos piensan desde un escritorio lejano a la realidad educativa y otros tienen que ejecutarlo sin disentir.
En conclusión, los directores no se deben responsabilizar de la motivación de sus profesores, pues cuando lo intentan terminan tratando a sus equipos docentes como niños a los cuales hay que animar constantemente como los padres que creen que su función es divertir a sus hijos brindándoles un exceso de estímulos externos y adictivos. Lo que sí deben generar una cultura escolar que propicie el descubrimiento y alineación de su motivación personal con la misión institucional.
¿Cómo motivar a los maestros y como hacerlo?
¿Te ha pasado que ya no sabes que inventar para motivar y sacar de la rutina a algunos profesores apáticos de tu equipo docente? ¿Conoces a algún maestro cuya presencia en la escuela absorbe como un agujero negro la actitud positiva hasta del más entusiasta cual Dementor de Azkaban?
Muchas veces me he encontrado con directores intentando asumir la responsabilidad de motivar a sus profesores, contratando consultoras para que realicen actividades, brindando días libres y demás beneficios como si fueran una red de mercadeo, ofreciendo bonos y una serie de compensaciones por realizar eficientemente su trabajo o dando reconocimiento y aplausos abundantes ante la menor iniciativa de un colaborador. Sin embargo, fundamentar la motivación de la comunidad educativa en todo esto es como dar una tablet con internet a los niños para que se porten bien. Nuestros maestros provienen de sistemas educativos conductistas que han validado comportamientos con premios y castigos semejantes, y que a corto plazo da la impresión que todos bailan al son del encantador de serpientes, sin embargo, a mediano y largo plazo está demostrado que no dan resultados (Fowler, 2016).
El problema es que partimos del supuesto que los directores tienen la obligación de motivar a los maestros y, estos a sus estudiantes, cuando estar motivados es responsabilidad de cada uno. Es más, realmente todos los estudiantes y profesores están motivados, pero tal vez no para lo que el director o la escuela quisieran. A unos maestros los motiva más su vida familiar y su rol de padres, a otros viajar y a alguno lo apasiona el fútbol y no la docencia. Por tanto, no se trata de motivar al que no lo está, sino ayudar a descubrir que lo apasiona, brindar oportunidades para alinear su pasión con la misión de la escuela y generar un ambiente estimulante y provocador que impulse a servir a los demás amando gratuitamente, en vez de uno que sofoque la motivación trascendente.
Para generar una cultura escolar que motive a los maestros es fundamental que los directivos promuevan consistentemente, a través de las interacciones con las personas, estos 4 elementos:
- Una cultura con propósito. No hay nada que mate más la motivación que tener que realizar actividades y participar en reuniones sin comprender su propósito. No hay nada más tedioso que dedicar más de 40 horas a la semana a algo que no está alineado a nuestra misión en la vida. Es importante que todos tengan claro la razón de ser de cada cosa y propiciar tiempos de reflexión personal y comunitaria que nos ayude mantener la coherencia con el propósito.
- Una cultura colaborativa. La mayor parte del cansancio de los profesores no proviene del exceso de trabajo, sino de los conflictos con colegas, padres y algún directivo que afecta el clima institucional o la ausencia de relaciones profundas con compañeros de trabajo que sirvan como una red de apoyo ante los problemas y el estrés.
- Una cultura centrada en el aprendizaje del equipo docente de modo que los profesores se experimenten competentes para dar respuesta a los desafíos que presentan los aprendizajes de sus estudiantes. No hay nada más apasionante que capacitarse para desarrollar un proyecto innovador.
- Una cultura que estimule la autonomía de sus miembros para poder innovar, generando un clima de confianza entre los miembros de la organización. Para ello, se requiere un organigrama horizontal con equipos multidisciplinares abocados a proyectos pedagógicos, en vez de uno vertical por departamentos donde unos piensan desde un escritorio lejano a la realidad educativa y otros tienen que ejecutarlo sin disentir.
En conclusión, los directores no se deben responsabilizar de la motivación de sus profesores, pues cuando lo intentan terminan tratando a sus equipos docentes como niños a los cuales hay que animar constantemente como los padres que creen que su función es divertir a sus hijos brindándoles un exceso de estímulos externos y adictivos. Lo que sí deben generar una cultura escolar que propicie el descubrimiento y alineación de su motivación personal con la misión institucional.